La obsolescencia descartada de las ciencias del espíritu

Una diferencia crucial entre las ciencias empíricas (Física, Química, Matemáticas) y las ciencias del espíritu (Historia, Filosofía, Literatura, Sociología) es que los productos de aquellas tienen una obsolescencia veloz y necesaria. Que el modelo newtoniano fuera sustituido por el modelo einsteniano supuso un progreso para la humanidad, que comprende ahora mejor las leyes del universo. Que el origen de la especie humana se vaya reubicando en el tiempo y en el espacio desbarata las versiones anteriores. Que las teorías de Freud sobre el alma hayan sido rechazadas en su gran mayoría—excepto la del inconsciente—por la neurociencia más avanzada comportará beneficios para nuestra salud física y mental.

Pero las ciencias del espíritu son distintas. No hay progreso en ellas porque la noción de progreso no les es aplicable. No experimentan una evolución que entendamos como avance. Las ciencias del espíritu son imperfectibles en sentido estricto: no pueden mejorarse. Sus transformaciones son reactivas, pendulares. Una corriente artística reacciona contra otra; una corriente ideológica cree socavar de una vez y para siempre los fundamentos de otra corriente antagónica. Un sistema de pensamiento desprecia a aquellos filósofos que los precedieron y cuyas ideas juzgan ahora originadas por la ceguera, los prejuicios o un sistema de valores indefendible.

Llamativa disociación ésta, que permite al hombre seguir avanzando en la penetración del universo y, al mismo tiempo, moverse sin fin en un círculo eterno de conocimiento plausible. Las ciencias del espíritu son llamadas humanidades porque su asunto es centralmente el ser humano y, aceptémoslo o no, no hay progreso moral en el hombre. No somos mejores ni peores que nuestros antepasados.