Mi vida ha cambiado mucho en el último año. Nuevo país, nuevo trabajo, nueva vida. Cambiar acarrea riesgos e incertidumbres.
Los primeros hay que afrontarlos con valentía, si deseas algo con fervor. Las segundas son inevitables; a veces se sortean y a veces se asumen como parte del aprendizaje de lo nuevo. Para resolver las incertidumbres uno tiende a preguntar a los demás, a quienes ya llevan la vida en la que se ingresa. Aquellos que ya tienen experiencia y pueden aconsejarte porque ya han recorrido el camino.
Pero estas personas, que se dignificarían como consejeros, caen en la tentación de convertirse en vaticinadores. ‘Vaticinar’ no se reduce a pronosticar acontecimientos negativos, pero me ha dado por llamar así a todos aquellos que se complacen en desengañarte, desilusionarte, alarmarte. Son los que esbozan una sonrisa de condescendiente escepticismo cuando uno dice: «¡Estoy ilusionado, me irá bien!» Porque ya han estado allí, ya han experimentado tu ingenua ilusión y les causas una tierna conmiseración. «Sí, sí, eso pensaba yo al principio, pero verás…» O: «Eso es porque estás empezando, ya cambiará cuando lleves más tiempo».
Existe una morbosa inclinación a desengañar al otro. Pareciera que anticipar el mal lo inviste a uno de autoridad y prestigio. Lo funesto es más atractivo que lo venturoso. Y ya sea porque realmente lo creen, ya porque gozan con ver la expresión congelada de uno, las ilusiones enfriadas, me cabrean.
Hace tiempo publiqué aquí una entrada sobre la impertinencia de los consejos. Quiero reafirmarme ahora, porque creo que las experiencias individuales son intransferibles. En circunstancias idénticas, a mí puede irme mejor que a ti, y a la inversa. Quienes vaticinan sistemáticamente acontecimientos aciagos también yerran. No hay nada racional creer que a los nuevos les irá mal porque a uno le fue mal. Es más bien una perversión en la que yo mismo espero no incurrir cuando, pasados los años, alguien que acabe de llegar a la vida que estoy comenzando, me pregunte: «¿Y qué tal? ¿Cómo se vive con esto?»
21/09/18 at 8:30 pm
Gonzalo, cuando yo comencé en esto tenía un compañero que siempre me soltaba el «ya se te pasará». Han pasado doce años y aún no se me ha pasado. Es, quizá, que él era gris desde el comienzo. Entiendo muy bien lo que dices, en este y en otros ámbitos (no olvidemos el mundo del embarazo y la maternidad). Ánimo y… ¡ni caso! Puedo decirte que a mí me ha pasado más bien al contrario: cada día me apasioba más mi trabajo, quizá porque es uno de los más bellos del mundo.
8/09/21 at 7:40 am
Gracias, Marga. Te haré caso.
4/10/18 at 5:19 pm
Pues no puedo estar más de acuerdo. Solo que a veces esa condescendencia de tus vaticinadores yo lo veo como frustración, envidia, malaje o como quieras llamarlo. Y tampoco soy de las que permiten que algo así me queme las ganas de estrenar vivencias.
En cualquier caso, gracias por tu visión. Me ha reconfortado.
8/09/21 at 7:41 am
Gracias, Laura.