Archivo mensual: junio 2022

Las casas de mis sueños

No creo en la interpretación de los sueños tal como la formuló Freud y se ha popularizado después. No es científico, según me han explicado, y por mi experiencia una mala cena, un día intenso, demasiadas mantas, son causas suficientemente banales para explicarlos.

Pongamos que he tenido 15700 sueños en mi vida. Desde los cuatro años. Es una cifra muy aproximada porque hay noches que no recuerdo lo que sueño y otras que sueño numerosas historias, encadenadas, imbricadas, alternas. En una gran parte de estos sueños aparecen casas. Será que salgo poco a la calle, o que reservo la intensidad de mi vida para los interiores.

Las casas no siempre son mías. Muchas veces son las casas de mis muertos: mi madre, mi padre, María del Mar, Ricardo, mis abuelos… A veces me obligan a abandonarlas, como en «Casa tomada», de Cortázar, o intento rescatar los bienes preciados (libros, cuadros) antes de que un nuevo dueño tome posesión. Otras, las encuentro pálidas, demacradas o decrépitas, ruinosas, o simplemente cambiadas: el suelo se hunde o se inclina peligrosamente (como en la cocina de mi abuela), han tapiado una buhardilla escondida donde custodiábamos tesoros. Muchas veces me cuelo (a riesgo de mi integridad, trepando por las fachadas), me sorprenden en allanamiento de morada y debo excusarme, alegar que no creía que la compra-venta se hubiera consumado ya.

Si yo hiciera caso a Freud u otro menos conocido como Gilbert Durand, tendría que pensar en símbolos. Me es más fácil, porque sucede así en la vigilia y de esta me fío un pelín más, entenderlas como significantes de quienes las habitaron y me han dejado huecos en el alma.