Frankenstein lee a Plutarco

FRANKENSTEIN LEE A PLUTARCO

Cuenta Mary Shelly (1797-1851) que el monstruo de Frankenstein nació hecho un hombre: ya medía dos metros y medio. Pero necesitó de un año más para cobrar conciencia de sí y aprender lo que su padre, Víctor, había aprendido en veinte. Desde que despertó hasta que volvieron a encontrarse pasaron tres años, porque Víctor huyó de su criatura en cuanto vio su aspecto monstruoso y ésta se dedicó vagar desamparada. Tras algunos encuentros con los hombres, el monstruo se convenció de que provocaba horror y rechazo, así que se escondió en una cabaña adosada al costado de la casa de una bella familia de refugiados franceses. Allí, mientras espiaba por las rendijas, aprendió el lenguaje, la música, los afectos. Salía de noche y vigilaba de día.

En uno de sus paseos por el bosque encontró una valija que contenía tres libros, uno de los cuales era las Vidas paralelas de Plutarco. Un volumen que contiene en más de mil páginas las vidas de 25 parejas de hombres públicos de la Antigüedad, más tres reseñas individuales. Los libros se cruzan solos cuando se lee a los clásicos, porque yo ando precisamente con Plutarco y me ha halagado que el monstruo y yo estemos aprendiendo de las mismas fuentes.

Pero lo más sorprendente es cómo en un sólo año él adquirió la capacidad del lenguaje y el conocimiento relativo a la organización de las repúblicas. De haber leído a Mary Shelly, imagino los comentarios de mis alumnos: ¡Imposible! ¡No tiene sentido! ¡Absurdo! Y es que mis alumnos están intoxicados de verosimilitud, y son obstinadamente ciegos a la fantasía. Lo que no exigen, por ejemplo, al cine, sí lo piden literatura, no sé por qué extraña asimilación de la letra escrita a lo serio y lo formal.

La literatura requiere de una suspensión consciente de la incredulidad, porque no hay otro modo de aceptar sin interrumpirse que el monstruo de Frankenstein (que, por cierto, no tenía nombre) fuera capaz de argumentar fluida y doctamente ante su padre para exigirle una mujer con quien compartir su vida desgraciada. Shelly creó un maravilloso mito de profundas implicaciones humanas, y supo explicar el paso de la inconsciencia a la lucidez mediante la lectura. Al monstruo, leer le enseñó a vivir en pocos meses. En general, leer enseña a tolerar y aprender de lo inverosímil.


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