El dolor abre los ojos. Y todo hombre, tarde o temprano, lo experimenta. No hablo del dolor que devasta, sino del dolor que se alterna con la vida, con una naturalidad que parece olvidársenos. La literatura se ocupa del hombre, y se ocupa de su dolor. Hay, de hecho, géneros propios, como el ‘planto’ (llanto) que pronuncia Pleberio, padre de Melibea, tras el suicidio de esta, en La Celestina (1499). El género más célebre del dolor, claro, es la elegía. Hay muy conmovedoras elegías en la literatura hispánica, pero ahora se me antoja acordarme de aquella en la que Miguel Hernández dice sobre la muerte de su amigo Ramón Sijé: «Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el aliento». Y me acuerdo por esa sensación tan anatómica del dolor, somatización de la pena en verso. También me acuerdo, cómo no, y esto no es elegía, de Vallejo, mi poeta peruano: «Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!». Este es el primer verso del poema liminar de Los heraldos negros (1918), y de él me llegan hasta el alma no las palabras, sino los puntos suspensivos, pausa reflexiva que nos deja un segundo para lamentar cuán fuertes pueden ser, de veras, los golpes; y, por supuesto, la exclamación de franco estupor–«¡Yo no sé!»–porque el dolor, cuando llega, nos deja atónitos. Quiero terminar esta entrada con Marcel Proust, de quien estuve enfermo muchos años. En un lugar perdido de La fugitiva (1927), habla sobre el dolor. Es un pensamiento distinto de los anteriores, más intelectual, porque las pasiones de Proust estaban muy mediatizadas por la razón. Y es que–dice el narrador tras conocer la muerte de su amada Albertine–‘el dolor nos pone en una nueva relación con las cosas’. Y tanto que sí. Cuando el dolor sobreviene, ya nada se ve igual, nada se ve con los mismos ojos.
1/07/14 at 7:57 am
Aprovechemos, pues, para ver aquello que antes no teníamos frente a los ojos. Que nos sirva de aprendizaje.
Aunque duela.
18/07/14 at 4:17 pm
No hay otra, sí, que aprovechar.
25/09/14 at 3:20 pm
Ademas, es la feliciadad la que es buena para la salud; pero para la cabeza se necesita el dolor lo que aumenta el horizante de la capacidad no solo de pensar sino tambien de experimentar.
25/09/14 at 3:53 pm
Gracias, Chris, amigo mío, por tu comentario. Desde luego, el dolor abre los horizontes, ninguna palabra mejor que ésta.